jueves, 3 de marzo de 2011

Sobre las obras de Le Corbusier En Francia - Martha Levisman para Proyecto Red 2-3-2011

SOBRE LAS OBRAS DE LE CORBUSIER EN FRANCIA
Martha Levisman

 
 
 
 
La vigencia de Le Corbusier

 
 
 
 
 
 
 
 
Estudié arquitectura en la UBA empezando en la década del ’50, éramos pocos alumnos en la manzana de las luces, una ruina del Buenos Aires colonial. Ocupábamos un taller en el último piso que por su frialdad total llamábamos Siberia.
Allí deliberábamos sobre el nacimiento y desarrollo del MMI, que se trata del Movimiento Moderno Internacional opuesto a la visión de los profesores que se mantenían fieles al clasicismo del siglo XIX.
Sin embargo una fresca camada de estudiantes de la última etapa de la carrera había forzado su concurrencia a las cátedras de “Composición Arquitectónica”, que así se llamaban los actuales Diseños y un grupo de aquellos tiempos fuimos privilegiados con las ideas lecorbusieranas y Whrigtianas.
Eran dos corrientes en las que se distribuían en ese momentos los alumnos adelantados de la arquitectura, racionalista-maquinista y orgánica. Yo militaba en ambas corrientes porque las prairies houses de Whrigt me atraían por su belleza y fusión con los paisajes pero le Corbusier era la bandera del movimiento reformista de aquellos años y nosotros creíamos en un mundo “mejor’ una sociedad más equitativa para todos a través de la arquitectura.
Pasaron muchos años, cincuenta, de mi militancia como arquitecta, pero en las últimas décadas me convertí fortuitamente también en archivista y conservadora de nuestro patrimonio documental y construido e integré una institución mundial afin a estos objetivos , que es la Confederación Internacional de Museos de Arquitectura, ICAM.
Gracias a ICAM conocí ciudades y monumentos de la arquitectura, clásicos y modernos y pude comprender cada vez más sobre este oficio interminable que se trata de la vida en los espacios y su entorno
Este año fui al 15º Congreso que se realizó en Paris y junto a las presentaciones de los nuevos Museos Emergentes, de una estética inabarcable para mi formación, incomprensible como representación futurista y de una realización críticamente deconstructiva, visitamos las obras de le Corbusier de los alrededores de París y Lyon.
Recorrimos La Ville Savoye de 1928, La Fundación LC en la Maison La Roche 1923, donde se guarda su archivo, el conjunto de Firminy 1954-1965, uno de las Unités d’Habitation, con su iglesia, estadio y una casa de la Cultura, que formó parte de un proyecto global de la Municipalidad de un pueblo de L’Ondine que creció enormemente después de la guerra, y finalmente dormimos la última noche del Tour post conférence en el Convento Dominicano de 1953 de La Tourette en las cercanías de Lyon.
Estas obras me recordaron mi vida de estudiante por el efecto que causa la intensidad de sus espacios ahora vistos desde su propia entidad, formas, colores que usábamos en esa etapa de la vida , una reserva estética vigente en uso permanente, y una enseñanza universal.
La Ville Savoye, al borde del Valle del Sena, era una propiedad original de Emilie y Pierre Savoye, se ve pequeña desde la entrada al parque que la rodea, supe que se ajustó la modulación de la trama que la contiene ya empezada la obra para disminuir la superficie,.Emerge desde su planta libre hacia el primer piso que rodea el patio-jardín y continúa hacia un techo materializando lo que Corbu llamaba La machine a émouvoir. O sea la máquina a emocionar que no es la máquina de habitar que lo consagró como un racionalista sin alma.
La Ville La Roche-son dos casas en el espacio del lote del Dr Blanche- pertenecieron a Raoul La Roche un famoso coleccionista de arte, es una primera experiencia de policromía en colores primarios y algo elaborados usados en la pintura contemporánea de caballete, que conviven en la “planta libre” en la que el espacio es el protagonista, uno se desliza en él enfrentando todo el tiempo nuevas perspectivas, en una lección de la primera era del movimiento moderno, hoy en día insuperable por su nivel de sofisticación y articulación.
El espacio urbano tiene como vecinos cercanos las modernas casas de Mallet Stevens.
El conjunto de Firminy- ültima de los cinco” Unité D’Habitation “ construidas por Le Corbusier, se crea en 1953 cuando el Ministro de la Reconstrucción cercano a De Gaulle y Maire de la Ciudad Eugène, Claudius- Petit hace un relevamiento social económico y humano para determinar las necesidades de la población y encuentra predominantes la pobreza del alojamiento, la falta de higiene y de confort.
Encarga a Le Corbusier un conjunto que recibe en 1961 el Gran premio de Urbanismo. El conjunto contiene Casa de la Cultura, estadio, piscina e iglesia y la unidad de habitación concebida sobre pilotis que liberan el suelo y al estilo de un jardín vertical en escala de Modulor , el sistema de proporciones espaciales de acuerdo a la proporción humana creado por Le Corbusier para sus obras.
La Unidad tiene 414 departamentos de altura 2,26m con espacios de doble altura que balconean sobre la planta baja. Fue concebido como alojamientos económicos a cargo del Estado Francés pero hace algunas décadas comenzó su decadencia física por falta de mantenimiento y se ideó una nueva administración-por acuerdo total de sus habitantes- que comercializó la mitad de las unidades manteniendo la otra mitad para la población de bajos recurso que convive exitosamente entre si.
El valor de la propiedad pese a esta población mixta ha subido enormemente lo que demuestra su vigencia.
Me detengo en la iglesia de Saint Pierre con su cúpula en forma de cono truncado abierto por donde entra la luz. Construida muy posteriormente a la muerte de Corbu, fue para mi una fuerte experiencia estética, de nuevo la policromía, pero esta vez los colores se posaron en el espesor de los muros de los aventanamientos provocando una difusión de la luz coloreada hacia el interior, que tiñe la totalidad de la atmósfera religiosa con algo de magia y mucho de genialidad.
El final del viaje post congreso de ICAM sucedió en el Convento Dominicano de La Tourette, en los alrededores de Lyon, con cien celdas para monjes, ahora muchas de ellas convertidas a la hotelería especial, debido a que ya no funciona como albergue de estudiantes de teología.
Pasar la noche en una celda de 1,83m de ancho por más de 5m a 2,26m de altura con los colores lecorbusieranos, sus muebles, las aletas de ventilación laterales, todo culminando en una terraza muy privada de igual ancho, encerrada entre sus dos paredes laterales, al nivel del paisaje no muy lejano sobre un basamento, es realmente muy emocionante.
Es haber llegado a poder vivir aquello que sólo aprendimos en nuestra primera hora de estudiantes pero que siempre existió como una experiencia pendiente y una comprobación de que esta arquitectura es todavía actual, reflexiva hacia un camino profundo para nosotros, seres humanos.